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El culpable

Carlos Gallardo (Jesús María, 1983). Escritor y bachiller en Literatura Hispánica. Ha publicado el libro de cuentos Parque de Las Leyendas (estruendomudo, 2004) y se prepara para la publicación de su primera novela, Espuma. Ha ganado dos premios literarios, pero ninguno de importancia.

Revisionismo

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La ingeniosa damisela Arabella de Inglaterra
Una mujer de bandera entre Londres y Bath

El nombre de Charlotte Lennox puede sonarnos desconocidos como tantos novelistas ingleses del XVIII. Nuestro acercamiento académico a la narrativa fuera de Latinoamérica sigue siendo pobre. Pareciera que el siglo XX representara una barrera mental y no lográramos adaptarnos a cuentistas anteriores a Joyce, que leyéramos a Dickens haciendo un esfuerzo mayúsculo. Nathaniel Hawthorne es un eterno desconocido guardado bajo siete llaves en una cajita de oro macizo, Samuel Richardson sirve para nivelar las mesas y Fanny Hill como individual. Tristram Shandy, quizá la novela más disparatada de todos los tiempos, festín vivencial y metaliterario a la vez, goza de una impopularidad inusitada para ser una comedia. En similar situación, pero extremada por condiciones de género y la mínima difusión de la literatura inglesa clásica se encontraba nuestra joven Charlotte, una muchacha de 22 años que había publicado un poemario incipiente pero provocador y una primera novela (The Life of Harriot Stuart, Written by Herself) antes de abordar ese arriesgado proyecto de encarar al espejo canónico. Entonces, dio vuelta a Cervantes y escribió The Female Quixote (La mujer Quijote, Londres: 1752). La talentosa y precoz jovencita, embebida de lecturas y deseos de ficción, nos relató una historia disparatada, enternecedora pero compleja sobre el problema del conocimiento, desde una perspectiva más inglesa que hispano-barroca: la alteración de la Realidad es un asunto volitivo, además de cognoscitivo. El individuo desea constituir su universo, algunos apegándose al mundo compartido, otros reinterpretándolo a través del placer literario, anhelando que las cosas no sean como son, sino como debieran ser.

Arabella, una hermosa joven, dotada de virtudes físicas e intelectuales, considera que vive en un mundo de romance histórico al estilo de los libros importados de Francia, ficciones tan o más nocivas que los propios libros de caballería quijotescos. Asume el rol de una heroína en constante peligro, pero también constantemente acosada y requerida por todos los hombres del mundo, potenciales pretendientes indeseados a quienes debe rechazar sin herirlos porque, siguiendo el modelo de sus lecturas, podrían suicidarse en su presencia clavándose un estoque o morir de intensas fiebres. El asunto se torna nudoso cuando su padre planea casarla con Charles Glanville, un primo que se propone enamorarla pero no puede evitar perder la paciencia cada vez que los malentendidos provocados por el tamiz intelectivo de Arabella lo dejen en posición de villano. Durante 500 páginas, nuestra protagonista, en palabras de la editora, aleación de Quijote y Dulcinea, huirá de falsos secuestros, debatirá sobre historia universal, crispará los nervios de Glanville con ocurrencias fuera de foco e instalará entre los demás personajes una extrañeza y admiración tan contagiosa que el mismo lector olvida que su mente se encuentra regida por el discurso irreal de los romances franceses.

El malentendido es un recurso preferido entre la comedia de situaciones. Los personajes cruzan versiones erróneas, la habilidosa ambigüedad, producto del complicado discurso de la protagonista, confunde a quienes la rodean al punto de condicionar sus acciones. Arabella termina construyendo la realidad de su entorno, la ficción triunfa sobre el mundo, el lenguaje de nuestra ingeniosa hidalga de 17 años invierte el orden de cualquier funcionamiento. Cuando Arabella le ruega a una dama relatarle sus grandes aventuras, ignora que el término tiene un significado ignominioso, figurado, opuesto al sentido llano. Arabella es una aventurera, pero tanto en el nivel de la lengua, como al escoger un medio de interpretar la realidad, se opone al sentido común, al balido del resto, al soporífero consenso de la sociedad londinense. Debo admitir cuánto me divertí leyendo una novela donde una muchachita alucina raptores entre nobles, confunde los derbys del hipódromo con los ancestrales Juegos Olímpicos y anhela ser desposada por un guerrero similar a Artajerjes que le rinda homenaje durante 10 años antes de atreverse a confesarle su amor; una novela escrita por una jovencita, me imagino, de elegante egocentrismo y ambiciones estéticas ilimitadas, que de haber nacido peruana (y no gibraltareña) y tuviera mi edad, habría publicado en Estruendomudo.

The Female Quixote en edición de Cátedra, aunque cueste un ojo de la cara, es lectura ineludible para quienes estén dispuestos a sonreír.

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