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El culpable

Carlos Gallardo (Jesús María, 1983). Escritor y bachiller en Literatura Hispánica. Ha publicado el libro de cuentos Parque de Las Leyendas (estruendomudo, 2004) y se prepara para la publicación de su primera novela, Espuma. Ha ganado dos premios literarios, pero ninguno de importancia.

Wednesday, April 25, 2007 |

Maldita basura

¿Somos los bloggers responsables de los comments?

Hace unos años, un Centro Federado de Letras y Ciencias Humanas tuvo una idea igual de extravagante como peligrosa: colocar un panel forrado de papelográfos vacíos a la entrada del novísimo Pabellón H de la PUCP. La consigna de esta tribuna libre era muy al estilo de Mayo del 68, que no hubiera reglas, que cada quien escribiera cuanto quisiera y cómo deseara expresarlo. Desde luego, hubo quienes exigieron que rueden cabezas entre los profesores, otros maldijeron a los cultural studies, otros pusieron en entredicho las buenas costumbres de ciertos catedráticos y alumnos, pero también hubo quienes sugirieron mejoras y se detuvieron a debatir. Me imagino que debieron retirarlo cuando las autoridades de la Facultad, léase el poder, debió sentirse agredido.

Este experimento se parece bastante al cajón de comments de aquellos blogs que, como el mío, han venido a llamarse “alternativos” o “basura”. Quienes se sienten más interesados en acallar el tránsito indiscriminado de ideas son quienes consideran amenazada su posición privilegiada respecto de determinado centro. Basta con darse cuenta quienes critican con mayor inquina a esta clase de páginas. Sin embargo, tras esta polarización de ideas acerca de cómo administrar un blog se encuentran dos posiciones opuestas de concebir la libertad y su ejercicio en una sociedad democrática.

Estados Unidos ha realizado un avance sin precedentes al determinar que un blogger no es responsable del contenido de los comments. Razón no les falta, tampoco argumentos lógicos. Los posts son espacios de expresión de una idea particular emitida por un blogger de acuerdo a sus convicciones y haciendo ejercicio de la libertad de expresión que la constitución garantiza. Sin embargo, dependerá del blogger instaurar una suerte de panel abierto para permitir que sus lectores expresen su opinión respecto del tema. Es aquí donde reside el nudo del debate: algunos consideran que debe permitirse el ingreso de cualquier comentario porque ningún punto de vista debe ser acallado por más incómodo que resulte incluso para el propio blogger. Puesto que en una sociedad democrática existen diversidad de posiciones, ninguna puede tener más derecho de ciudadanía que otras, incluso cuando se trata de posiciones extremas, puesto que el racismo, el sexismo y otras corrientes de pensamiento atávicas deberán ser vencidas mediante las armas de la razón, no la fácil y contraproducente represión. Otros, en cambio, consideran que un blog debe proyectar una imagen de decencia por sus cuatro costados y ejercer un control total del contenido vertido en la página, incluso mediante intervenciones del blogger dentro del cajón de comments refutando o silenciando a quienes pretendan emitir una opinión políticamente incorrecta.

He venido defendiendo la primera posición no porque la considere la única verdadera (esa tentación de la verdad hegemónica), sino porque la encuentro más cercana a mis convicciones éticas y políticas. Sin embargo, admito que cada quien es libre de administrar su página de acuerdo a sus antojos, manías, pulsiones ideológicas o carnales. No tolero, en cambio, que un blogger ultraconservador, hiperbólico y malcriado admita con entero descaro la posibilidad de malograr un blog ajeno. Primero, porque mucho hemos hablado sobre la violencia y sus efectos en la sociedad peruana como para seguir creyendo que la destruyendo a quienes nos caen antipáticos sea la solución a nuestros males. Segundo, porque esa actitud destila un tufillo fascista del tipo “aniquilemos al diferente”. Podemos encontrar centenares de páginas execrables pero darnos de caballeros cruzados en defensa de la decencia y las buenas costumbres deriva en un desprecio por la piedra angular de la democracia contemporánea: la libertad de expresión, irrestricta, deslumbrante, invencible. Aunque les pique, aguántense.

Tuesday, April 17, 2007 |

Bowling for Virginia Tech

Mañana sangrienta en una de las principales universidades de Estados Unidos

Virginia Tech figura entre los 100 mayores centros de enseñanza superior en Norteamérica, según el ranking de la Universidad de Shangai. Ubicada en la localidad de Blacksburg, había ostentado hasta entonces la fama de lugar apacible, idóneo para la concentración académica y el esparcimiento luego de clases. Lo avalan fotografías del campus y el testimonio de una doctoranda española publicado en la web de El País: “Cuando me mudé aquí por primera vez en 2005, me sorprendió la seguridad que me inspiraba el lugar y la zona en general. Por ejemplo y para que se hagan una idea, la gente deja a la vista los ordenadores portátiles en los asientos del coche, las casas y coches muchas veces no están cerradas con llave, ventanales de cristal de las casas a ras del suelo sin rejas, etc.”

¿Podía convertirse este plácido espacio académico en escenario de una matanza cuya cifra de víctimas supere las 30 personas? Escuchar a Betty Cueva, madre del peruano Daniel Pérez Cueva, muerto en el tiroteo, resulta desgarrador. Reconocer a través de CNN una voz familiar: imposible no registrar ese nuevo acento limeño mezcla de reminiscencias criollas y provincianas, sobre todo durante esos instantes de dolor compartido, vivido como una comunión para quienes sentimos que esa voz pudo provenir de, por ejemplo, nuestra propia madre. Era una voz cercana, pese a la migración. Quien la escucha, no se conmueve, siente una conmoción.

Cho Seung-Hui, el desquiciado estudiante de último año de Inglés (acá diríamos Literatura), ha ensangrentado Blacksburg. Se lleva consigo al profesor más prolífico de Virginia Tech, a personal y alumnos extranjeros. Sin embargo, la responsabilidad de esta tragedia debe repartirse entre el criminal (ahora suicida) y las autoridades policiales que conociendo la presencia del asesino en la zona, descuidaron la vigilancia del sitio más evidente: si la balacera había comenzado en una residencia universitaria, bien podía terminar en algún edificio del campus, donde murió Pérez Cueva, mientras atendía a clases de francés. Mientras el padre de Daniel espera recibir una visa humanitaria que le permita enterrar a su hijo, quedan aún varias víctimas por identificar. Blacksburg, crisol de nacionalidades, opiniones y voces, ha sufrido quizá el golpe más fuerte contra la tolerancia, la racionalidad y la honestidad, las mayores virtudes académicas, la esencia de una ética contemporánea. Quizá la pregunta siga flotando como espectro y mácula sobre Norris Hall. ¿Dónde nuestra razón se confunde con el delirio extremo, la sed de sangre, la necesidad de revertirlo y exterminarlo todo?

Foto: AP, publicado en univision.com